martes, 24 de marzo de 2009

ZONA DE ANEXOS 029: CUANDO YRIGOYEN DONÓ OCHO MIL TRAJES, POR ENRIQUE PEREIRA

Los ocho mil trajes donados por Yrigoyen y sus ministros...

No caben dudas que los radicales de otros tiempos tenían costumbres, seguramente olvidadas en los meandros de las luchas contra el fraude, las dictaduras y otros dramas que algún psicológo tal vez pueda descifrar.

Situémonos en los días finales de junio de 1918, en casi los mismos instantes en que los estudiantes desalojaban, gracias al gobierno de Yrigoyen, a la oligarquía de las vetustas universidades.

Se estaba acercando el día de la Independencia.
Don Hipólito Yrigoyen se anoticia que en el instituto de menores, que hoy lleva su nombre, en la Avendida 24 de Setiembre de la capital cordobesa, muchos chicos estaban escasos de ropas, no solamente para las fiestas patrias, sino para la vida diaria.

Yrigoyen, que nunca cobró un solo peso de su sueldo, que donaba a la Sociedad de Beneficencia, institución que "agradeció" cristianamente esos aportes importantes festejando la caída del sistema republicano, tuvo una ocurrrencia, que no era montar un fabulso hotel en Calafate, sino sacar de su bolsillo y el de los ministros radicales, una suma que les permitió comptar, de su dinero particular, reiteramos, particular, ocho mil trajes (8.000 trajes) para donarlos a fin de que los chicos de escasos recursos no se diferencieran de los beneficiados de la fortuna en los actos pùblicos, en los desfiles.

¿Quien se acuerda de eso hoy? ¿Quien se acuerda que hasta ayer nomas, Raúl Ricardo Alfonsín, donaba la mitad de sus haberes para el Hogar de Ancianos de su pueblo, Chascomús? ¿Quien se acuerda que tanto Alvear como illia tuvieron gestos parecidos?

Bueno, por lo menos, si alguien lee estas palabras sabrán la diferencia con la que obraban los gobiernos radicales de los que no lo eran..Valga para el recuerdo...(*)

(*)^Parte de esta información fue obtenida del diaro "La Voz del Interior" del 11 de junio de 1981.

ZONA DE ANEXOS 026 " GABINO EZEIZA, EL ÚLTIMO PAYADOR", por Manuel ROMERO

La espada y la boina blanca usadas por Gabino Ezeiza en la Revolución del 90
Una de las últimas fotografías del gran payador

"EL ÚLTIMO PAYADOR",


Semblanza de Don Manuel Romero, publicada en "Fray Mocho" del 20 de octubre de 1916, a pocos días de la muerte del extraordinario y popular artista, radical de los de antes... Por cierto que para nada compartimos las expresiones casi xenófobas que brotan de algunas frases, injustas incluso para Ezeiza. Pero valgan como muestra de un tiempo que, creemos sinceramente, ya pasó...




"Viejo y pobre y sin plumas como el zorzal campero del que fuera hermano en el canto y en la vida, ha muerto el último payador."




"¡Los payadores!...¡Los payadores!... Pasan a nuestro lado en la huella sin que nos dignemos consagrarles una mirada que no vaya cargada de ironía."




!Y cuando uno se va para siempre con su guitarra y sus trovas, envuelto en el fúnebre poncho de La Horrible, sentimos no haber querido un poco más a esos muchachos ingenuos y sentimentales que pasan por la vida cantando y salen de ella cantando, sin haber sabido nunca, en su inocente romanticismo, que ya nadie se detiene a escuchar sus trinos, primitivos y rudos como los del pájaro que canta en el surco, entre los trigales. cuando se tiende el sol sobre la Pampa..."




"Así se fue Gabino. Había cantado mucho y ya su voz enronquecida por el velo de los años no resonaba como otrora, cuando el paisanaje acudía en masa al conjuro de una payada suya. Uno, dos y hasta tres días duraron algunos de aquellos memorables torneos en que al fin hacía morder el polvo de la derrota a los payadores mentados que se atrevían a sostener su desafío, Conservaba el cetro de la poesía criolla, y, como a Santos Vega, solamente lo hubiera vencido el Malo."




"Ezeiza!....¡Qué prestigio se unía a ese apellido y cómo lo adoraban los paìsanos hace veinte años!..."




"Veían en él al continuador de la leyenda, al gaucho que a pie firme se oponía al huracán del progreso que barría las taperas y los ombúes por inservibles, al nómada que en las reuniones domingueras, entre un tiro de taba y la largada de una polla, los deleitaba con sus milongas llenas de ingenio primitivo, chispeante de gracia o saturadas de melancolía cuando tocaba las eternas cuerdas del alma gaucha; el amor y la tradicion que se va...!"




"Y cuando, en pos de un ideal político, puso su lira al servicio de la causa, todos respondieron a su llamado como a una clarinada guerrera y corrieron a las filas, sin saber a ciencia cierta a qué iban y para qué los querían; los llamaba Ezeiza y confiaban en él. Y en los intervalos de la lucha formaban rueda a su alrededor y lloraban con sus "tristes", o reían con sus milongas, buenos, inocentes, sin desear otra recompensa que la de estar cerca de su ídolo, de su trovero bravo y "ladino" como los gauchos de antes, y a los que evocaba en sus canciones cuando querían templar ánimos y endurecer corazones."




"Después, vino a la ciudad y quiso seguir cantando. Pero pronto vió que su voz resonaba en el vacío, y amargado huyó al arrabal, donde encontró discípulos y admiradores que pretendieron hacerle olvidar la sonrisa hiriente de la gente de arriba. Pero la herida era profunda y siempre le dolió el pinchazo envenenado que sufrió su amor propio de invicto improvisador, cuando se analizaron sus versos en mala hora trasladados al papel."




"Gabino Ezeiza ha muerto, como Betinotti, Vázquez y los demás. Sentimos frío en el alma y nos inclinamos ante su recuerdo como ante un árbol tronchado para abrir una picada en la selva. Era viejo, vivía fuera de su época y tenía que desaparecer como todo lo anacrónico e inútil. Con él se van muchas cosas bellas que hasta ahora despreciamos y que después, cuando comprendamos que no volverán ya, lamentaremos infinitamente."




"¿Quien queda ya? Nadie. En los campos resuena monotono el chirrido de las trilladoras. Hombres de otras razas entregan al pampero perfumado canciones en lenguas extrañas y guturales. La armoniosa vihuela ha sido sustituída por el acordeón de enervante sonido. Una sombra de tristeza se cierne sobre la pampa, y de noche, cuando aúllan los perros en la inmensidad, las almas de Santos Vega y Martín Fierro vagan llorando por los lugares en que antes reinó el criollo. Van buscando el rancho que ocultó sus amores, pero todo ha desaparecido. Ni siquiera queda el consuelo de exclamar como otrora: '¡Y qué iba a hallar al volver¡/ Tan solo hallé la tapera...'"




"Ya ni taperas quedan, El campo está lleno; la invasión cosmopolita, aunque corta en número, se extendió por todas partes. Por eso, el último payador, luego de finalizar la última trova, echa a la espalda la vihuela, enhorqueta en su pingo, y haciéndonos con la mano un lento ademán de despedida, inclina la cabeza sobre el pecho y se pierde, triste y silenciosamente, en la helada sombra eterna.." Manuel Romero (1916).
Las fotos y la nota fueron localizadas, tal como se señala en la entrada del Diccionario correspondiente a Gabino Ezeiza.