miércoles, 14 de julio de 2010

DESDE BARCELONA......su amigo "El Jaimo" lo recuerda así:

Oh, Enrique. No tengo una anécdota, un episodio que te pinte de cuerpo entero. Nos conocimos siendo ya machos viejos y fue un flechazo. Veníamos de trayectorias diferentes, y llevábamos muchos años viviendo circunstancias que poco y nada semejaban, vos en tu Paraná, con Luces, como me ha gustado llamarla, tus luces, tus hijos, tu gente, tu partido, y yo, formado en un pueblo como el tuyo, pero con tantas lunas viviendo no allí, en otras lenguas, con otras comidas, nos reconocimos amigos de modo tal que no fue necesaria la decisión de respetarse en la diversidad, porque el respeto apareció de pronto, como-si, ajeno a decisión alguna. Lo político, que nos hace, estuvo presente como no podía ser de otra manera, pero no cabe pensar en relaciones políticas, hechas de decisiones y, vos lo sabés, de temores, cálculos, arreglos y desarreglos, decepciones. Entre nosotros la palabra dicha era con sencillez la palabra que se quiso decir y se dijo, así sin más, para contarle al otro algo que habiéndonos interesado interesaría, seguro. Que habiéndonos alegrado, dolido, indignado, habiéndonos recordado algo o dicho algo nuevo bajo el sol, así sería para el amigo. Dormí en tu casa y la de Luces, guardado por los posters de campaña en los que tus correligionarios de medio siglo, y algunos más véteros que nosotros mismos, nos miran, con rostro adusto. Están para guardar el sueño de tus huéspedes. Me dio risa pero dormí bien en el panteón y luego nos reímos juntos de esta idea. Pateamos por Barcelona, comimos ese cocido que nos trae los aromas del puchero como si lo que le falta a uno y tiene el otro hiciera las veces de aire de familia por el que los hermanos se saben, pese al gran charco que les hace de distancia imaginaria. Habías venido a recoger el honroso premio a tu pasión republicana esa que también hace imaginaria toda distancia, porque “repúblicas” hay muchas, ahí tenés, no más, la de los ayatolas, pero la República, para nosotros, es sólo una, la que es republicana, la que soñamos, la que alguna vez, por aquí, por allá, por otro sitio, llegamos a rozar con nuestros dedos. La maltratada, la que vendrá.
La amistad se alimentó sobre todo de mails, más que de mesa compartida, teléfono o alguna movida sobre el terreno, cuando vos o yo dábamos el salto. No hay anécdotas porque cada mail lo fue. Yo sabía de tus intenciones, de tu decencia, de tu amor a la patria, de tu honor y tu surrealista sentido del humor, señor marqués de Paranáeira. He aprendido contigo, maestro, si lo olvidara que mi mano derecha se seque, y para que ni se asomase el riesgo, tengo tus mails, que incluyen tus artículos republicanos, tus chistes, tus comentarios a los míos, tus pequeñas confidencias off the record… Hay Hombres ¡ay! tan pocos, que jamás se doblan, pero un día se rompen devastando el paisaje en el que los demás conseguimos seguir. Demasiado rodeado estuviste de destrucción y destructores, demasiado escasos los leales. Siempre nos preguntaremos qué más hubimos podido hacer para apuntalar tu ánimo sitiado y que no te rompieras. Pero la Historia levanta y derriba torres y murallas, como a vos te levantó, más alto que la altura del vigía, y no supo, no pudo, no quiso luego dar el cuero. Tu patria, nuestra patria, se especializa en ello, crea y luego rompe y deja el campo sembrado de huérfanos, infecto de doblados.
No voy a abundar en anécdotas, la amistad no lo requiere, ella es, cada quién sabe si le ha sido presentada. Sólo decirte que con Ramiro y Santiago ¡con Luces! Con los escasos leales, pero leales, los que te veían a diario --ese privilegio--, y no conocen el modo de escribir un pedacito de sentimientos pero los inunda el placer de haberte conocido, el agradecimiento por tu hombría de bien, te saludo una vez más. Y no será la última, hermano de ideas y emociones. Me seguís haciendo falta. Y no digamos ya a la Argentina.
jaime naifleisch

Homenajes a Enrique Pereira, a un año de su muerte

Por Luz Buscema de Pereira

En 2009, cuando murió Enrique de esa trágica forma, su funeral se hizo en la casa del partido, a la que a instancias suyas se había denominado “Raúl Alfonsín”. Asistieron más de mil personas, y se realizaron un sinnúmero de manifestaciones de pesar: condolencias, ofrendas florales, cartas, artículos periodísticos, avisos fúnebres, etc. Asimismo, a los pocos días, gran cantidad de personas, instituciones y medios de comunicación le rindieron diversos y sentidos homenajes.

Como se entenderá, era tal mi estado de shock que no me encontraba en condiciones de escribir en este Blog, y por lo tanto de reflejar en él todas estas actividades.
Ha pasado mas de un año, y desde abril, cuando comencé a organizar el homenaje para el 14 de mayo, emprendí la ardua y grata tarea de mantener y continuar este espacio virtual. Es mi deseo, ya que no lo pude hacer cuando ocurrió su fallecimiento, plasmar aquí los homenajes y las manifestaciones de afecto y respeto que se le prodigaron el 14 de mayo de 2010, al producirse un año de su muerte. 

En la ocasión se realizaron numerosos actos para recordar a Enrique, para homenajearlo, y para mantener viva su memoria. Muchas fueron los amigos, correligionarios, familiares e instituciones que se sumaron a dichas manifestaciones de afecto y reconocimiento.

El Diario de Paraná, en el que siempre había escrito Enrique, lo recordó de la siguiente manera:


El día que Enrique decidió dejarnos su recuerdo
Las manchas del dulce de membrillo sobre las fotocopias ahí estaban como indeleble evidencia del descuido. De algún modo se ingeniaba para que el membrillo de las facturas fuera a parar a las páginas de los libros, pero esa mañana de sol luminoso dieron de lleno en unas fotocopias.

No era el descuido más evidente ese día: la remera al revés saltaba a la vista general con la etiqueta hacia afuera desafiando el orden establecido. Cuando alguien le advirtió la situación, Enrique no dudó nada; se quitó la prenda en el salón repleto de clientes y se la calzó al derecho. Por momentos quedó con el torso desnudo ante decenas de personas, y a la falta de rubor propio, las tonalidades encendidas alumbraron el rostro de todos lo que compartíamos mesa con él. De ese modo desacartonado y decidido era Enrique. Capaz de acomodar las cosas sin reparar en las formas ni en convencionalismos. Si hasta ese momento alguien no se había dado cuenta de que tenía la remera al revés, pronto supo, al menos, que ese señor casi calvo, con una corona de pelo blanco absoluto era capaz, en el céntrico café, de ponerse en situación de bañista sin aviso previo. Esa mañana estaba eufórico por la nota que EL DIARIO había publicado sobre su esmerado diccionario biográfico Nacional  de la Unión Cívica Radical. Llegó a la hora acordada con la fotocopia de una nota firmada por Fabián Reato a la que luego añadió su marca personal de dulce de membrillo y me las dio. Acordamos que yo las leyera antes de escribir un pequeño artículo para “La Nación” sobre ese desvelo, su desvelo, que fue tomando cuerpo tímidamente hasta convertirse en un soberbio trabajo de investigación referido al más antiguo partido político de la República Argentina. Enrique Pereira era un estudioso con modales de cómico.

Hace hoy un año optó por dejarnos su recuerdo, en una decisión que condensa su condición de hombre profundamente apasionado y decidido .Con él se fue un baluarte de un modo, casi extinguido, de vivir la política. La política como movilizador social, pero también como motor de superación personal. No fue esa mañana, la de la remera al revés, la última vez que estuve con Enrique. Algunos días más tarde me convocó a su escritorio atiborrado de libros y fetiches políticos para hablar de algo que lo ocupaba mucho por esas horas: la condición ruinosa de dos periodistas. Estaba muy preocupado porque esos amigos pagaban caro cierto desaire al poder, que había intentado en vano alquilar sus lenguas y comprar sus dedos de dactilógrafos. Lo de Enrique no era testimonio hueco; encaró una acción concreta que le hizo ganar algunos disgustos y enojos con los que respondía al desinterés general, a la indolencia vigente. Es probable que haya aderezado su carácter personal y sus decisiones solidarias con algunas experiencias inspiradoras.


Alguna vez contó que cuando la sombra de la dictadura le tocó el hombro, se le abrieron las puertas de EL DIARIO como salvaguarda para los días difíciles que le esperaban al país y su gente. No habían pasado muchas semanas desde el golpe de Estado de 1976.

Él regresaba con Luz de un viaje a Buenos Aires y lo primero que encontró al atravesar el umbral de su casa fue un telegrama de despido. Tachado como “peligroso” por el régimen, debió dejar su puesto en el Estado provincial. Tenía tres meses de casado y un horizonte de incertidumbre por delante, cuando lo llamó para integrarse a esta Redacción el doctor Arturo J. Etchevehere. Conoció Enrique el fragor del cierre en madrugadas aceleradas. Abrazó la causa de un diario que nació oponiéndose al fascismo que comenzaba a pendular sobre la humanidad en los albores del siglo XX. Y se sintió como en casa en este diario, cuando afuera amenazaba otra nueva tormenta. Una noche, Don Arturo lo comisionó para que vaya a recibir un premio comercial en nombre de EL DIARIO, en un acto del Club Social donde no faltaría algún paniaguado que vaya luego a contar a los usurpadores del poder que “el peligroso Pereira” estaba representando al diario de la ciudad. Fue un salvoconducto que le valió a Enrique para entonces y hasta el final de la noche larga. De él, las reseñas biográficas aludirían a los cargos que ocupó en el radicalismo nacional y provincial, al premio “Manuel Hazaña” que le otorgaron en Madrid por su defensa a la causa republicana, a las notas en la revista “Todo es historia”, a su paso por la Embajada Argentina en España y a muchas otras cosas. Todo eso es cierto, pero Enrique era más todavía. Era un polemista nato. Irónico, sesudo, documentado, dedicó buena parte de su vida a enfrentar a los enemigos de la democracia con su letra aguda y precisa. Es probable que haya sido el paranaense que más hizo enojar a los historiadores fascistas de los últimos lustros y que discutió públicamente con los añoradores del franquismo, por caso. Su nombre era demonizado en los nidos escondidos de tacuaras que cantan loas a los tiranos.

Con su muerte, la conmoción pegó en varios lugares. Recuerdo haber recibido una cadena de correo con la expresión incrédula y conmovida de la lúcida Pilar Rahola, otro de Jaime Naifleisch, desde Barcelona. Supimos que Enrique se había ido, y nos llevó un año advertir cuántas cosas se fueron con él: se fue un lector incurable, un estudioso activo, un documentalista comprometido con las causas justas, la memoria de lo que no hay que olvidar. Se fue un amigo.

Jorge Rianni


HOMENAJE EN LA UCR

Asimismo la UCR le rindió un homenaje en la sede partidaria “Raúl Alfonsín”, dirigido por la secretaria del Comité Provincial Griselda de Paoli de Bellman.

Se expuso una pequeña muestra de las pertenencias que Enrique tenía en su “escritorio” de calle Malvinas y Córdoba donde está su inmensa biblioteca que atesora algunos miles de libros, especialmente de sus dos grandes pasiones, la Guerra Civil española, y la Política. Se pudieron apreciar entre otras cosas carnet, fotos, cuadros de importantes dirigentes radicales de todos los períodos, enormes carteles del PSOE y de su tan defendida Segunda República Española, de la cual conocía su historia como nadie en este País.

También se mostraron sus escritos en revistas de historia y algunos de los libros de su autoría. Sobre una mesa se exhibió un cuadro con la imagen de todos los gobernadores radicales, donado por Pereira al Comité provincial, mostrado del reverso. La idea no era simplemente mostrar el cuadro sino la inscripción de detrás, escrito de puño y letra de Enrique: “En caso de golpe de Estado devuélvamelo. Enrique Pereira.”, junto a su número de teléfono y dirección. Haciendo gala de su conocido sentido del humor.
También estuvo, al igual que en su velatorio, la bandera de la República Española, en un mástil de casi dos metros de alto.




PALABRAS DE SU HIJO RAMIRO PEREIRA

En una apretada síntesis se refirió a su hermoso recuerdo de cuando tenía escasos 4 o 5 años y entraba de la mano de su papá a “esta casa” y le preguntaba “quién es ese señor de la barba que está allá?”, refiriéndose a las grandes fotos que cuelgan en esas paredes. “Mi padre me explicaba y contaba historias de Yrigoyen, Alem, y otros”. Así Ramiro contó otras anécdotas que reflejan como su padre le inculcó el amor a la UCR. También se refirió a la abnegación y dedicación que tuvo su padre para con la UCR y dijo que fue un gran militante y no un “Radical de la mesa servida y la gloria barata”.



PALABRAS DE SU ESPOSA LUZ BUSCEMA

Dirigió un breve mensaje con el cual y en síntesis agradeció el homenaje, especialmente a la secretaria del partido por su dedicación de muchas horas a la organización del mismo.

“Quiero no sólo agradecer este homenaje que han organizado, sino explicarles algo muy importante para mi que todavía no termino de entender: Primero, cuando encontré a Enrique colgado, insulté, me enojé, y odié a todos los radicales, y al ofrecerme Griselda la sala de la UCR para velarlo, mi respuesta fue un insulto. No obstante, mientras se hacía la autopsia de Enrique, pude cambiar de idea y pensar que ese hubiera sido su deseo, y por eso acepté que se hiciera en esta casa a la cual perteneció desde los 15 años.”

“El tiempo fue haciendo lo suyo, y toda esa bronca y esa rabia se está diluyendo. Escribir en este Blog e intentar continuar la obra de mi esposo, que la siento tan mía, me ayuda a ello. y además, yo también soy radical”


ALEJANDRO GRUBER, GRAN AMIGO DE ENRIQUE, LEYO EL DISCURSO QUE ENVIARA MARIO JARAZ

“El 14 de mayo se cumplía un año de la muerte de "mi amigo" Enrique Pereira, motivo por el cual tenía la decisión de viajar a la ciudad de Paraná a los actos que en su memoria se realizarían. Le comuniqué a su esposa Luz la que en un gesto para mi muy conmovedor, me expresó su deseo de que dijera algunos conceptos en la ocasión. Accedí muy agradecido, pero lamentablemente un inoportuno problema de salud me impidió viajar y estar junto a mi amigo y su familia, cosa que sentí profundamente.
Les envié a ellos una copia de lo que pensaba decir y el mismo texto se los quiero hacer conocer hoy a ustedes” .
Tengo la sensación de estar cometiendo una falta de respeto.¡Venir desde el Chaco a hablar de Don Enrique Pereira!.A Ustedes, a los entrerrianos, a muchos de los que fueron sus permanentes colegas de militancia, cómplices de aventuras y compinches en la elaboración de sueños.
Frente a ustedes, sus amigos y conocidos vengo a pretender resaltar valores de un hombre que, partiendo de su profunda nacionalidad entrerriana, fue encontrando las formas más diversas para transmitir a todos los rincones de la Patria, una manera de entender la vida y un estilo de pertenencia radical incorruptible.
Queridos amigos de Paraná, queridos amigos de Entre Ríos les pido que no se enojen porque no les pedí permiso, les prometo que al final les pediré perdón.
Tal como hacía Enrique, que cuando asistía a una reunión, por formulismo, solicitaba que se lo incluyera en la lista de oradores, pero impulsado por su excelsa formación y su fina capacidad para leer las más diversas situaciones y prever lo que cada uno era capaz de decir, tomaba la palabra a cada instante y expresaba sus acertadas opiniones con total claridad y desparpajo.
Voy a tratar de aprovechar que ya tengo el micrófono y en pocos minutos tratar de contarles porque estoy y que estoy haciendo aquí en este día tan especial en el que se cumple un año desde que me dijeron que había fallecido Don Enrique Pereira.Yo no lo podía creer, y aún hoy no lo creo.
Fallecer es morir, morir es irse, no estar más. Pero queridos amigos, disculpen, yo siento que está. Por eso vine.Vine a ver si ese duende que a diario me acompaña a mi y a los chaqueños que tuvimos la suerte de conocerlo, con ese duende con el que discutimos, que nos ayuda, nos enseña y nos guía en nuestro andar diario como radicales, es el mismo que seguramente encontraría en Paraná.
Vine porque, les cuento, que hasta ese luctuoso 14 de mayo, a través de cualquier medio dialogábamos a diario con Enrique y hoy seguimos dialogando, seguramente por un medio absolutamente superior cuyo nombre no conozco pero que sin duda responde a aquella gran verdad que dice que los grandes hombres no se van, que aquellos capaces de trascender a partir de virtudes superiores de significativo impacto en la vida de sus congéneres siempre están. Y como Enrique era uno de esos hombres, está, no se fue.
Cuando uno aprendió a quererlos y ser querido por ellos, a entenderlos y ser entendido, a comprenderlos y ser comprendido, siempre están con uno aunque no estén.
Cuando con algunos correligionarios de Resistencia nos encontramos dialogando sobre los eternos vaivenes que vive nuestro querido partido, la Unión Cívica Radical, siempre aparecen sus definiciones, sus posturas, sus críticas y sus propuestas.
En los últimos años, quizás los peores que debió pasar nuestro partido, cumpliendo con obligaciones como representantes de nuestras provincias ante las instancias centrales partidarias, comenzamos a compartir más asiduamente, conversar, analizar y discutir con más frecuencia y así fue tejiéndose entre nosotros una especie de hermandad en la que procesábamos nuestras angustias, nuestros sueños, nuestros pareceres y porque no decirlo, nuestros miedos.

Nunca tuvimos el miedo a la desaparición, su lucha, nuestra lucha, nuestro temor siempre estuvo centrado en la admisión, por parte de muchos, de las transgresiones, las deformaciones doctrinarias, pero especialmente en la desideologización que perversamente se había introducido en el partido debido especialmente a la mimetización de mucha de nuestra dirigencia para con aquellos que entienden que en nombre de la política todo es posible.
Esta relación me permitió entender definitivamente la fuerza que produce la convicción ideológica, el valor que otorga el convencimiento y el coraje que provoca el amor.
Enrique además de todos los porque que lo hacían radical, se había enamorado del radicalismo y como todos sabemos, nadie permite que le sustraigan las cosas que ama.
El tenía por la UCR un amor auténtico, un amor de una dinámica tal que día a día iba en crecimiento y que parecía fortalecerse frente a las adversidades que su enamorada sufría.Entonces interpelaba. Era incisivo.Interpelaba pero al mismo tiempo, enseñaba.

Sustentado en sus férreas ideas, surgidas del estudio de los mas profundos pensamientos de los grandes de nuestro partido, planteaba con total honestidad y vehemencia, no carente de respeto, la necesidad imperiosa de que si lo que realmente se buscaba era el resurgimiento del partido, lo primero que debían ser sus dirigentes era “ser radicales”.
Con gran solvencia intelectual inducía a hurgar dentro de los intersticios de la doctrina para encontrar en ella la solución a toda problemática, tanto del país como del partido.
Defendía frente a todos y en todo momento, una manera de ser radical coherente con el sentido de aquella frase “que se rompa pero que no se doble”.
Su manera de ser campechana, dasacartonada, libre de toda solemnidad y con el toque de humor incorporado en el momento certero, llevó a que más de uno, tratando de esquivar su estocada, lo tildara de “loco”.
Aunque parezca insólito, muchos pequeños de la política intentaban desacreditarlo. Si ser loco es saber mucho estaba bien definido. Si ser loco es opinar desbaratando con solvencia cualquier tipo de argumentación inconsistente, esta bien puesto el adjetivo. Si ser loco es no ceder frente a las desviaciones, Enrique estaba bien calificado. Si ser loco era luchar porque la Unión Cívica Radical, sea siempre radical, no tengan dudas que el apelativo de loco más que un insulto o una descalificación que posibilitara el ocultamiento de las incongruencias propias, al trascender se convertía en un incremento del renombre y el prestigio de un hombre que superaba, en la lucha por su partido, las debilidades normales de cualquier ser humano.


Ese era, ¿o es? según mi propio decir, Enrique Pereira, un personaje particular, que no precisó las luces de las grandes marquesinas para trascender en los espacios que él entendía importantes y prefirió el refugio de los corazones de sus seres queridos y sus amigos para nutrir su propia y personal manera de entender las diversas facetas de la vida.
Podría enhebrar un sin fin de anécdotas y vivencias para ratificar los conceptos que estoy transmitiendo pero me parece innecesario.

Sólo quisiera agregar un pequeño comentario que sirve para agigantar su figura y que responde a una faceta de su personalidad que considero sumamente importante, sobre todo en este momento en el que el decir de Discépolo en su tango Cambalache “…lo mismo un burro que un gran profesor” lamentablemente esta tan vigente como siempre en nuestro país: tenía un inmenso respeto por todos sus correligionarios y especialmente por aquellos que habían demostrado conocimientos, doctrina y conducta coherente, al punto de promover en toda oportunidad con gran vehemencia a favor de que el partido los tuviera en cuenta, les brindara oportunidades, aún cuando sus actividades no hubieran sido muy conocidas.

Y a esto lo hacía sin especulaciones, con grandeza, sin egoísmo, con cristalinidad, porque así era él. Enrique y su fina sensibilidad, Enrique y su enorme bagaje de conocimientos, Enrique y enorme talento, Enrique y su gran humor, Enrique y sus berrinches, Enrique y su autenticidad, Enrique y su gran amor por su familia. Que estoy seguro era lo único capaz de superar su amor por la UCR.
Cada instante de silencio en el que se introducía culminaba con una llamada telefónica a su Luz a quien, invariablemente podíamos encontrar cuando inocentemente invadíamos su privacidad, contándole todas y cada una de sus andanzas y desventuras.
Muchas otras cosas podría decir, muchas otras cosas podría contar, y seguramente cada uno de Ustedes también podría hacerlo y seguramente mucho mejor que yo, pero siento la necesidad de terminar con una frase que leí no hace mucho: A los grandes hombres como Enrique Serafín Pereira no se los viene a homenajear, uno acude a ellos en busca de inspiración.
Y a eso vine. A inspirarme en el, en sus cosas, en sus ideales, en sus acciones, en su valor.
Queridos amigos de Entre Ríos, queridos correligionarios, perdón por haberme entrometido en este acto y por hablarles de alguien al que seguramente conocían más que yo.
A su querida familia que es la que más siente y sufre su ausencia, muchas gracias por permitirme estar y por no haberme nunca reprochado los minutos que a diario se los robaba. Permitíme Querida Luz reiterarte, a vos, tus hijos y tu querida nieta, que tanto para mi como para mi esposa y nuestra familia, ustedes son nuestra familia y siempre estaremos incondicionalmente a vuestro lado.
Y a vos querido Enrique, que vaya a saber uno en que dimensión del infinito te encontrarás, seguramente hablando con Don Raúl, don Hipólito, don Arturo y tantos otros grandes, a vos querido Enrique, te digo, como siempre, chau Hermano, hasta todos los momentos…
Que tu duende nunca nos abandone.
Muchas gracias.




LA SECRETARIA DEL PARTIDO LEYÓ ALGUNAS CARTAS DE ADHESIÓN
al homenaje de la UCR de los órganos partidarios nacionales. Asimismo se leyeron algunas misivas de dirigentes de entre la inmensa cantidad que fueron recibidas. Entre las cuales figuran:

DE ALICIA MIGLIORE:
Distinguidos correligionarios entrerrianos:
Siento junto a uds. La perdida de Enrique .Nos ha unido una difícil coyuntura. A la esposa, mi colega, un fuerte abrazo y un incondicional apoyo para continuar la obra dilecta de Enrique: su diccionario biográfico radical.
Quisiera estar más cerca físicamente pero no duden de mi cercanía espiritual .Abrazo a todos los que sentimos este dolor.



DE OLINDA MONTENEGRO:
Mas que nunca su voz está presente…. Mas que nunca su talento nos ayuda… Más que nunca Enrique sostiene la bandera que tirita al compás de su espíritu radical insobornable.



- Aquí estás Enrique, junto a tu familia, junto a tus amigos, junto a tus correligionarios, dándonos tu fuerza para afrontar el próximo desafío, ofreciéndonos tu luz por esta Argentina que necesita de hombres de tu talla, para que los sueños que tuviste y que tenemos sean realidad.




PALABRAS DEL DIPUTADO PROVINCIAL Y AMIGO JOSE ANTONIO ARTUSI
José Antonio Artusi, presidente del Bloque de Diputados Provinciales de la Unión Cívica Radical, se refirió al profundo conocimiento de Enrique sobre el Radicalismo y su historia, y particularmente sobre el Partido en la provincia. Refirió Artusi como rasgo saliente, la defensa que hacía Enrique de la figura de Marcelo T. de Alvear, generalmente cuestionada desde cierta literatura radical. Efectivamente –dijo Artusi- Enrique, como producto genuino de la tradición radical entrerriana gestada en la reunificación radical de 1935 entre los radicales “impersonalistas” y los yrigoyenistas (es decir, los que respondían al Comité Nacional que presidía Alvear), le había hecho variar su mirada sobre el gran presidente de la Nación y líder del Partido en los años de la lucha contra el fraude patriótico y defensa de la democracia frente a la avanzada nazifacista.
Artusi hizo mención a la gran significación del Diccionario Biográfico Nacional  Unión Cívica Radical, remarcando que es una obra única, que no existe algo similar en todo el país, ni qué decir en ningún otro partido. Enrique con su edad aprendía las nuevas tecnologías, y me imagino lo que sería ahora con el facebook!!!!!!
También se refirio a la necesidad de editar en un libro el diccionario.
Otro punto que en su discurso destacó Artusi –designado vicerrector cuando Enrique fue Rector del Partido (2004-2006)- es su constante brega y acción en pos de la formación política., destacó esa nota central en la acción y el pensamiento de Enrique, en la aspiración de que la política “debe ser seria y no chiflada”.

Cabe consignar que Artusi ayudó a Enrique a confeccionar el Blog enseñándole diariamente todas las cuestiones informáticas, "dándole una mano a Enrique", quien siempre se caracterizó por "darle él una mano y una ayuda a los demás" . La idea de Pereira era encargar la realización de una página web, pero lamentablemente en ese momento no encontró la ayuda económica necesaria, página que trataré de iniciar como otro homenaje a mi esposo a la brevedad posible, como ya lo tengo dicho en este blog.


Al finalizar el homenaje se descubrió
una placa recordatorio como primer
Rector de la U.C.R. 












HOMENAJE EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL
Ese mismo día, su esposa e hijos le rindieron otro homenaje trasladándose sus restos al Panteón que se denominó “Enrique Pereira”, en el Cementerio municipal de Paraná.

Su familia quiso realizar este homenaje independientemente pero en coordinación con el realizado en el Comité.

La razón es que Enrique era una persona muy querida en los mas diversos ámbitos de la ciudad en los que participó activamente durante toda su vida, lo que le valió la amistad y el respeto de numerosas personas de diferentes orientación políticas, y no solo en el radicalismo.
A dicho acto asistió una numerosa y variada concurrencia integrada por sus familiares, amigos, vecinos del bario, e incluso adversarios políticos.

Inició el acto su esposa quién en primer término, agradeció a todos los presentes el haber concurrido a acompañarla en el homenaje.

Asimismo dijo:
“Espero poder no llorar, para poder expresar en primer término, mi agradecimiento a todos los que están aquí para acompañarme.”

“Pido disculpas, a muchos de los acá presentes por haber evitado su saludo en la calle, no haber atendido el teléfono, debido a que sentía odio, bronca, indignación, porque creía que la actitud de muchos de sus correligionarios lo habían llevado a sentirse despreciado. Y por otro lado, cuando me encontraba con sus amigos, solo atinaba a llorar reviviendo una y otra vez lo sucedido, sin poder hacer cualquier otra cosa”.
“Este acto, lo quise hacer a pesar de hacerse en forma institucional el acto del partido, porque a muchas de las personas aquí presente, sé, que les puede resultar incómodo o no tan grato, ir al partido.”

“Por último pido a todos y yo misma haré el esfuerzo, para que este homenaje se haga con mucha alegría, ya que él era así.”

“Este es un homenaje a mi esposo, Enrique Pereira como ser humano, y por eso sólo hablarán: un amigo, un vecino y un familiar.”


En primer término habló su sobrina Marcela Gambaro, quien primeramente leyó las siguientes palabras de Santiago Pereira, hijo de Enrique:
Gracias a todos los amigos y vecinos que hoy están acompañando a nuestra familia, que es algo que desgraciadamente yo no pude hacer.
Gracias por acordarse de Enrique, que ya no está, y por acompañar a los que están, a Luz, Ramiro, Carolina y Federíca. Justamente pensando en Fede, me doy cuenta que mi papá se perderá una etapa muy linda, de verla crecer, y de ser parte de su día a día.
Y ella, al igual que todos nosotros, se quedará sin la presencia cálida, interesante, y particular de don Pereira (como le llamábamos a veces).
Sin duda todos hemos salido perdiendo... Pero hay algo que nos queda, siempre quedará, que son los recuerdos. A mi me resuena su voz de una manera muy clara, como si lo pudiera oír, y creo que a muchos de ustedes les pasará lo mismo, cada uno a su manera, con su voz, su figura, sus libros, sus chistes... y muchas cosas más.
Yo lo recuerdo en su escritorio de calle Malvinas, con sus libros, contando cosas, lleno de datos y de cultura, sin ser pedante nunca, a pesar de que sabia mas que muchos sabios... Y sobre todo lo recuerdo como una persona muy buena, dulce (a pesar que alguna que otra vez tuviese pocas pulgas), alegre, y una mezcla muy linda entre pasión por lo que hacía y la mas sencilla normalidad.
También recuerdo como le gustaba que pasase a saludarlo por el escritorio, y lo contento que se ponía a veces con cosas muy sencillas.
Intento encontrar ahora el recuerdo mas lindo que tengo de él. Es difícil, porque son muchos, en especial en el período de mi infancia. Pero seguramente uno de los mas lindo es el recuerdo de cuando inventaba cuentos que nos contaba a mi y a mi hermano. O como siempre sabía hacernos reír y ser cómplice nuestro, tanto cuando éramos chicos como de adultos.

Otro aspecto de mi padre que siempre recordaré es la honestidad y el hacer las cosas sin buscar el propio beneficio, nunca hizo nada en especial para buscar candidaturas. Y si leemos su diccionario (que era lo que lo ocupaba últimamente), se ve en casi cada página que esa era una virtud que para él tenía un valor muy especial.
Además, sin querer ser pomposo, creo que toda la ciudad perdió una persona muy valiosa y muy querida. Estuvo en tantas comisiones, entidades, y asociaciones, que sería muy largo nombrarlas, pero trabajaba tanto para la Biblioteca popular como para la cooperadora de la escuela de Música, o en la comisión que ponía nombre a las calles de Paraná... solo por acordarnos de unos poquitos ejemplos de la cantidad de cosas que hacía ad-honorem.
Yo lo extraño mucho, sobre todo charlar con él ya que hablábamos largo rato casi todos los días.... pero me consuela saber que vivió no pocos años, y que los vivió bien. Era una gran persona, y todos lo vamos a extrañar, y lo recordaremos.
Gracias otra vez, por escuchar estas palabras que le quería dedicar a mi padre, y muchas gracias por estar presentes en estos momentos.
Un fuerte abrazo para todos ustedes.

Santiago Pereira







LA SEÑORA BETI DE PALOMA, ENTRAÑABLE VECINA DEL BARRIO, COMPARTIO ESTOS CÁLIDOS RECUERDOS:
Todos los días y varias veces al día pasaba por mi kiosco, ya que está a media cuadra de calle santa fe y a 50 metros de su escritorio de calle Malvinas.
Su manera cordial, amable, amistosa, saludando a todos los que pasaban era uno de sus rasgos distintivos. Iba diariamente a mi kiosco a comprar chocolates, bombones, caramelos, que decía que eran para Luz, pero yo sabia que siempre se comía algunos a escondidas, sin que ella lo viera, ya que le hacía el régimen para su diabetes.
Sólo se enojaba con la gente que tiraba la basura en los portales ajenos, y con quienes llevaban a sus perros a ensuciar el pasto de su casa, pero era un enojo rayano en el humor y la diversión, ya que cuando lo contaba nos reíamos con él todos los que estábamos en el kiosco.
Recuerdo que en primavera andaba con sus bolsillos llenos de magnolias, y regalaba una o dos con gran orgullo diciendo que eran de su jardín, y lo eran.
Otro rasgo que recuerdo gratamente de Pereira, es que a pesar de toda su sapiencia jamás lo noté pedante con nadie, siempre se mostraba humilde en sus conocimientos. Todos sus vecinos tenían algo que ver con él, y todos lo extrañan en su ir y venir.





PALABRAS DE SU AMIGO BERNARDO SALDUNA

EN MEMORIA DE ENRIQUE PEREIRA
El tiempo pasa rápido y cuando nos queremos acordar ya ha trascurrido un año desde la dolorosa partida de nuestro amigo Enrique.
Y, como amigo, me han pedido que diga unas palabras. E, intentando cumplir, voy a destacar tres aspectos de la personalidad de Enrique:
Primero quiero contar como trabé amistad con él: fue allá a fines del año 70 , en el marco de un viaje inolvidable que, junto a Rodolfo Parente, recién recibido de abogado, hicimos a Chile los tres, con motivo de la asunción del presidente Salvador Allende. Se abría en el país hermano un experimento inédito: un proceso de cambios económicos y sociales en sentido progresista. Y en un marco de pacífica transición respetando plenamente los derechos humanos y las reglas de la democracia pluralista. Un proceso que pareció frustrarse, pero que, en definitiva sembró la semilla de un cambio profundo en Latinoamérica del cual hoy comenzamos a ver los resultados.

Fue para nosotros una experiencia interesantísima y profundamente enriquecedora.
Pero, más que nada, y desde el punto de vista humano, porque me permitió conocer a una persona como Enrique. Sin exagerar podemos decir que resultó un compañero de viaje excepcional. De buen carácter, dueño de un gracejo formidable, y una capacidad para relacionarse con las gentes más diversas, de las que podía conversar de los temas más variados. Creo que muy pocas veces lo pasé tan bien y tan divertido en un viaje. Los cientos de anécdotas, las cosas que nos pasaron, nuestras charlas, el conocimiento de grandes personalidades, etc. han quedado en la historia y nos darían para escribir un libro.
A partir de allí nació una mutua simpatía y larga amistad, alimentada a través de un intercambio epistolar, a veces nutrido, otras, como le gustaba decir a media correspondencia". La relación amistosa nunca se enfrió a pesar de vivir en distintas ciudades –yo en Concordia, él en Paraná- ni en las diferencias de enfoques políticos que a veces teníamos.
Debo decir de él que desde un primer momento me impresionó su inteligencia clara y su vasta cultura. Formada no metódica ni planificadamente, sino un poco a los ponchazos, como autodidacta. Era una lástima, y así se lo hacíamos saber sus amigos, que no hubiera continuado sus estudios universitarios. Es que era un espíritu libre y le costaba adaptarse a la disciplina rígida del estudio sistemático.
Como leí alguna vez referida a un gran escritor argentino –no voy a nombrarlo porque a Enrique no le gustaba por su posición política- decían de este hombre que, en su juventud había sido "mal estudiante a fuerza de ser muy estudioso". Algo parecido podíamos decir de Enrique. Era enorme todo lo que leía, lo que había aprendido. En materia de historia, en especial de la historia de España, la patria de sus padres, era un erudito. Y ni hablar si el tema era la Guerra Civil de España, y los recuerdos de su querida República Española. Creo que ni siquiera en España encontré alguien que conociera tanto sobre el tema como él.

Otro aspecto era la fuerza y convicción que ponía en defender sus principios y sus ideas. A veces caía, a mi juicio, un poco en el defecto de idealizar demasiado aquellos hombres o ideas que simbolizaban aquello que defendía. Y, por contraste, en demonizar lo que estuviera enfrente. Esto hacía que discutiéramos, a veces con fuerza, argumentando nosotros que las cosas no son tan drásticas, que todo no es blanco o negro, que existe una vasta gama de grises. Que la vida a veces nos obliga a ser tolerante con las debilidades humanas. Pero ocurría que él no subordinaba su opinión o sus principios a una conveniencia circunstancial, ni mucho menos, personal. No especulaba con esto y, aunque en definitiva, se sometiera disciplinadamente, lo hacía sin ocultar su diferencia, y marcar a fuego las conductas que, a su criterio se apartaran del ideal.

Sobre todo en los últimos tiempos, Enrique se había transformado en algo así como la "conciencia" del partido en que militaba, lo que probablemente molestara a más de uno. Por este motivo quizá es que la sociedad y el partido al que perteneció y sirvió con desinterés, se privó de aprovechar al máximo su talento, capacidad e inteligencia. Y él mismo no llegó a ocupar los espacios a los que tenía sobrados derechos. Por eso, por lealtad a las cosas en que creía sus últimos esfuerzos estaban destinados a rescatar del olvido a personas y personajes de la vida política entrerriana. Tarea valiosa, por cierto, en momentos en que la actividad política parece tan devaluada y la juventud ya no busca modelos en el ámbito de una actividad, en esencia tan noble y que en definitiva parece o se presenta hoy como tan sucia.
Tal vez su intención era precisamente mostrarle a las nuevas generaciones que no era así y que, por el contrario en nuestra propia historia lugareña podíamos encontrar ejemplos de figuras dignas de destacar por su austeridad, esfuerzo o espíritu de lucha y sacrificio por un ideal.
En esa tarea estaba, recopilando información, pidiendo datos y referencias a sus amigos y correligionarios de toda la Provincia. Que no siempre entendían y muchas le respondían con la indiferencia o el desinterés.
Leí por ahí que hay dos tipos de hombres (y mujeres): algunos se esfuerzan por tratar de ocupar el primer plano de la escena. Ubicarse en el punto más alto. Aunque allí lo único que muestran es su mediocridad.
Otros por el contrario, por modestia y sencillez , por su exigencia al momento de autovalorarse, quizá por subestimar sus propias capacidades, permanecen en un segundo plano , moviéndose en un escenario más limitado. Incluso brindando, con desinterés y generosidad sus conocimientos y capacidad en una multiplicidad de temas, para que otros se lucieran. Y sus méritos y condiciones no llegan a los grandes ámbitos y quedan relativamente restringidos al limitado espacio de los más cercanos.
¿Dudaremos en cual de las dos categorías debemos ubicar a Enrique?
Finalmente, hay un aspecto de su personalidad que no puedo ni quiero omitir: confieso que hasta hoy todas las mañanas cuando abro mi correo de e-mail, estoy esperando, subconscientemente encontrarme, con los mensajes con que Enrique me bombardeaba cotidianamente. Y no puedo dejar de extrañar su ausencia.
Allí venía de todo: desde artículos y comentarios de actualidad, del país, la provincia o el mundo, opiniones diversas sobre los temas más disímiles. Y, sobre todo, las notas de humor. De ese humor chispeante, a veces un poco ácido, de la combinación ingeniosa de palabras, de los escritos desopilantes y hasta de la poesía inédita. Cosas que Enrique pretendía hacer pasar como escrita por algún ignorado autor y que él sólo- así decía- se limitaba a reproducir y divulgar.
A veces, por falta de tiempo o ganas, yo dejaba mucho de sus mensajes sin abrir. Lo hago ahora, poco a poco, como si cada vez que abro un mensaje es como si fuera descubriendo una nueva faceta del espíritu de mi amigo. Algunas cosas me traen recuerdos y me provocan una suerte de melancólica tristeza. Pero hay otras en que no puedo evitar la sonrisa y hasta reírme con ganas.
Y no creo que eso sea una irreverencia a su memoria. Por el contrario, viene a cuento aquí recordar una frase de un poeta militante, muerto en las cárceles del nazismo: "por la alegría he vivido. Que la tristeza no sea unida jamás a mi nombre". Eso debemos hacer. Pese al dolor que nos causa la ausencia de Enrique, recordarlo con alegría, como él tal vez hubiera querido.






Margarita Ronco quien vino desde Bs. As. Para el homenaje de Enrique, fue portadora de esta cálida carta, que transcribo, y que lamentablemente no se leyó.

Estimada Familia de Enrique Pereira:
en la oficina y en la casa de Raúl Alfonsín, Enrique siempre fue algo así como el presentante, embajador, o algo así de mi padre. Un delegado …del corazón:”hablen con Enrique, es amigo mío”.ya fuera un interventor, un amigo que pasara por allí, un conocido ,el que fuera que se llegara hasta Paraná.
Pero ahora no están, ni el ex presidente, ni el embajador.
Solamente quiero enviarles, a Luz, Santiago y Ramiro, un muy fuerte abrazo,


Ricardo Alfonsín
Buenos Aires, 13 de mayo de 2010

martes, 13 de julio de 2010

POEMA para ENRIQUE

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¡TODAVIA HAY QUIENES MUEREN POR SUS IDEALES!

Por ESTER A. STAROSELSKY

Que tristeza
Se nos murió un amigo!
Tan drástico, tan dramático
Como el reconocer que ya no está.
Ya no podremos reírnos de sus ocurrencias
Ya no tendremos a quien preguntar
sobre un hecho o una persona
de la historia argentina o radical.
Ya no podremos disfrutar de su compañía
¡Y de su gran pasión
Por la militancia radical!

Todavía contábamos con su persona
Para saber que hay hombres
Que militan con sinceridad, con honestidad
Sin ningún interés mezquino
Guiando sus comportamientos.

Se nos ha ido
Un ser cabal, un ser digno de respeto
Por su lealtad a sus ideales
Y que tal vez prefirió irse
Antes de seguir siendo testigo
De lo que podrían ser capaces de hacer los hombres
Con un partido centenario
Como el Partido Radical.

¡Adiós hermano!
Que Dios te bendiga
Y gracias por habernos permitido
Compartir algunos momentos de tu vida
Gloria y loor
Al gran militante que fuiste

lunes, 28 de junio de 2010

EL GOLPE DEL 66

EL GOLPE DEL 66
Por José Antonio Artusi y Ramiro Pereira

Es nuestra obligación recordar y condenar el golpe de estado del 28 de junio de 1966, resaltando las figuras ejemplares de los mandatarios derrocados en el orden nacional y provincial, evocando sus virtudes cívicas y haciendo votos por el fortalecimiento de la República Democrática, el afianzamiento de las instituciones estatales y su legitimidad ante la ciudadanía, legitimidad en orden a la transparencia y a las realizaciones: la revolución democrática que el pueblo quiere y espera.
Ha habido desde 1930 seis golpes de estado. Hace años se les llamaba golpes militares. Ahora, como si se descubriera gran cosa, con pretensiones de especificación se los denomina golpes cívico-militares. Hubo seis de esos golpes en la Argentina contra gobiernos constitucionales: 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976.
Recordar con prioridad el último de estos golpes es atendible: la tiranía atroz y sanguinaria que profundizó el terrorismo de Estado y lo llevó a niveles nunca vistos lo amerita. Y los radicales fuimos gobierno cuando se condenó a los responsables: aquí no hubo impunidad como la hubo en Uruguay, en Brasil, en Chile, en España. Los radicales ganamos en 1983 y prometimos y cumplimos: hicimos que hubiera juicios justos en el marco del estado de Derecho.
Pero vemos a veces con tristeza y preocupación que se enuncia en canales de televisión oficiales una línea de enlace entre los golpes de 1955 y 1976: en el medio, nada. gobiernos sin legitimidad, poco representativos, democracias semi-tuteladas.
En el infortunio de las luchas argentinas encontramos a nuestro partido apoyando el golpe de Estado de 1955. Había razones para ello, pero a la luz de la historia, ninguna que lo justifique. No hay justificación para los golpes de estado. Y por eso los Argentinos de hoy somos mejores que antes. ¿Y en 1966? Se podrá decir que era un gobierno minoritario: esto no es cierto; el 7 de julio de 1963 la Unión Cívica Radical del Pueblo obtuvo el 25,15% de los sufragios emitidos, frente al 19,42% de votos en blanco que expresaban al peronismo; con 169 sobre 239 votos del Colegio Electoral, la fórmula Illia-Perette fue elegida para el período constitucional 1963-1969, en momentos en que la elección era indirecta y no había segunda vuelta.
No nos vamos a detener en el Frente Nacional y Popular encabezado por el conservador Vicente Solano Lima. Si vamos a dejar sentado que en la provincia del Chaco, ocupó la gobernación un dignísimo hombre del justicialismo, Deolindo Felipe Bittel, y sobre todo, que en las elecciones legislativas de 1965 el peronismo pudo participar, tanto que se alzó con el triunfo en la provincia de Buenos Aires. No aquí en Entre Ríos, donde ganamos los radicales con la boleta encabezada por el victoriense Isidro Balbi, quien había presidido la comisión investigadora de los contratos petroleros suscriptos por el gobierno de Frondizi. En la Cámara de Diputados de la Nación, tras la contienda electoral sin proscripciones de 1965, la UCR del Pueblo quedó con 70 bancas y el peronismo con 52 escaños.
Pero lo cierto es que la apertura democrática iniciada con los radicales del pueblo se vio frustrada por la ciega incomprensión de la inmensa mayoría de los actores sociales, políticos y culturales. La falta de vocación democrática en la sociedad conspiró contra un partido que parecía viejo, gobernando en el marco de un sistema que parecía obsoleto: recordemos que estaban los fascinados por la aurora revolucionaria que emanaba de Cuba, que había pasado prontamente de una democratización pluralista al stalinismo caribeño. Ahí está “La hora de los hornos”, testimoniando en lo pertinente, el desprecio a la inmensa figura de Illia, cuyos afanes reformistas y progresistas eran desconocidos y ninguneados por quienes marchaban en política bajo un sendero luminoso de seguridades revolucionarias.
Y luego, los cultores del orden tecnocrático, las gentes de los tiempos: económico, social y luego político. El felón militar indigno que usurpó la presidencia de la Nación en 1966 era el representante de las fuerzas vivas que impondrían el orden para que la chusma, la masa, no se equivocara autogobernándose. Buena parte del peronismo apoyó ese golpe de estado. Es imposible no recordar a Vandor. Por eso enoja la liviandad con que a veces se trata al gobierno de Illia y a su figura, como si fuera un mero viejito bueno, un político honrado y nada más; y no un estadista incomparable que logró éxitos aún inigualados y defendió el interés nacional con lucidez y coraje.
Forma parte de las tantas "zonceras" argentinas sostener que Illia fue un político honesto y austero, a la vez que un gobernante ineficiente, lento, ineficaz, y cultor de ideas vetustas, incapaz de comprender las exigencias de los nuevos tiempos.
Algunos de sus propios detractores, en una sutil y hábil maniobra para desmerecer su estatura histórica, enfatizan deliberadamente su ejemplaridad ética precisamente para enmascarar o negar su gigantesca dimensión de estadista exitoso como pocos, poseedor de una cultura inusual en los gobernantes argentinos, profundo conocedor del mundo y sus problemas, imbuido de una lúcida visión de futuro de los desafíos del país y de su gente
Pocas zonceras como ésta, reflejada en el recordado mote de la "tortuga", están más lejos de la realidad.
Por eso, no repetiremos los lugares comunes referidos a su proverbial austeridad republicana y su inquebrantable honestidad administrativa. Nadie desconoce hoy que Illia se fue de la Casa Rosada más pobre que cuando entró, y que su única propiedad fue una casa donada por sus vecinos de Cruz del Eje, adquirida por suscripción popular. Pero sí muchos desconocen lo que fue capaz de hacer en tan breve lapso, desde el 12 de Octubre de 1963, en que asume la Presidencia de la República, hasta el 28 de Junio de 1966, en que es derrocado por un grupo de militares cuyo nombre quedará para siempre en la ignominia de la historia. En menos de 3 años, la "tortuga", entre otros muchos logros de gobierno;
- Eliminó las proscripciones al peronismo y al comunismo y se promulgaron penalidades a la discriminación y violencia racial.
- Promulgó la Ley 16.459, del salario mínimo, vital y móvil, previa a la constitución del Consejo del Salario, integrado por representantes del Gobierno, los empresarios y los sindicatos.
- Promovió la Ley de Abastecimiento, destinada a controlar los precios de la canasta familiar y la fijación de montos mínimos de jubilaciones y pensiones.
- Cumpliendo estrictamente lo prometido en la campaña electoral, en la senda de Yrigoyen, Alvear y Mosconi, de defensa del petróleo argentino al servicio del desarrollo con autodeterminación, firmó los Decretos 744/63 y 745/63 que anulaban los contratos petroleros de Frondizi, por "vicios de ilegitimidad y ser dañosos a los derechos e intereses de la Nación"; recuperando así la soberanía energética.
- Aumentó la incidencia de la educación en el Presupuesto Nacional. Del 12% en 1963, al 17% en 1964, y al 23% en 1965. Promovió la educación popular, laica, gratuita y obligatoria. Fortaleció la autonomía universitaria y jerarquizó los estudios superiores hasta niveles nunca superados después.
- Puso en marcha el Plan Nacional de Alfabetización.
- Promulgó la Ley 16.462, de medicamentos, también llamada Ley Oñativia en homenaje al Ministro de Salud Arturo Oñativia. Establecía una política de precios y de control de medicamentos, congelando los precios a los vigentes a fines de 1963, fijando límites para los gastos de propaganda, imponiendo límites a la posibilidad de realizar pagos al exterior en concepto de regalías y de compra de insumos. La Ley de Medicamentos, al propio tiempo que promovía la industria de los laboratorios nacionales, disminuyó drásticamente el costo de los remedios medicinales, considerados un bien social.
- Hizo crecer la economía como nunca antes. El PBI, luego de un retroceso del -2,4% en 1963, creció un 10,3% en 1964 y un 9,1% en 1965. El Producto Bruto Industrial, luego de un retroceso de -4,1% en 1963, creció un 18,9% (sí, leyó bien, casi 19%) en 1964 y un 13,8% en 1965.
- Disminuyó la deuda externa, de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones.
- Hizo crecer el ingreso de los trabajadores: el salario real horario creció entre diciembre de 1963 y diciembre de 1964 un 9,6%.
- Hizo bajar la desocupación: pasó de 8,8% en 1963 a 5,2% en 1966.
- Se opuso a la intervención armada de los Estados Unidos en la República Dominicana. Obtuvo una resolución favorable en la ONU, que obligaba a Gran Bretaña a la discusión sobre la soberanía en las islas Malvinas, en el marco que orientaba la descolonización de todos los territorios hasta entonces sometidos a diversos grados de dominación imperialista.
- Fue un impulsor convencido de la planificación indicativa, con el Plan Nacional de Desarrollo, un riguroso modelo de transformación democrática de las estructuras económicas y sociales.
- Intentó modificar la ley de asociaciones profesionales: el manejo de los fondos se repartiría, de acuerdo con esa iniciativa, entre la central, la Federación provincial y el sindicato de base. Se estipulaba, asimismo, la participación de las minorías en las direcciones gremiales.
- Gobernó sin estado de sitio, combatió la incipiente insurgencia guerrillera con la fuerza de la ley, levantó proscripciones, y fue un celoso defensor de la independencia de los poderes y de la libertad de prensa.
- Promovió un activo desarrollo de la hidroelectricidad - impulsando entre otros el proyecto de la represa de Salto Grande - y la energía atómica
Vale la pena recordar que Ramiro Casasbellas, periodista de Primera Plana, publicación abanderada en escribir barbaridades contra el gobierno de Illia , reconocía tardíamente: “El gobierno de Don Arturo Illia no abusó un milímetro de sus poderes; en cambio, buena parte de los ciudadanos abusamos de los derechos que ese gobierno cuidó y afianzó con celo extraordinario. Al recato en el mandato lo denominamos ‘vacío de poder’; al irrestricto cumplimiento de las leyes, empezando por la máxima ‘formalidad democrática’; a la moderación ‘lentitud’; a la labor silenciosa y certera, sin autobombos ni desplantes, ‘ineficacia’ y ‘burocratismo’; al repudio de la demagogia, ‘sectarismo’; al ánimo de concordia, ‘falta de autoridad’; y a la severa reivindicación de una doctrina nacional, popular y cristiana, ‘exigencias de comité’. Éramos nosotros los sectarios, los que carecíamos de autoridad”.
Los opositores al gobierno de Illia, miopes y mezquinos en su gran mayoría, caricaturizaron y vilipendiaron su gobierno, ayudando a la conspiración de los grandes intereses transnacionales que alentaron su derrocamiento. De ciertos periodistas, de ciertos políticos, de la burocracia sindical, de las fuerzas armadas; la dignidad de la República todavía espera un mea culpa y una autocrítica.
El 28 de junio de 1966, en el medio de la indiferencia social, cayó una oportunidad que tuvo la Argentina de construirse como sociedad moderna, libertaria, con altos niveles de igualdad social.

Instituto Hipólito Yrigoyen
www.institutoyrigoyen.blogspot.com



viernes, 28 de mayo de 2010

habló el amigo Bernardo Salduna


EN MEMORIA DE ENRIQUE PEREIRA
El tiempo pasa rápido y cuando nos queremos acordar ya ha trascurrido un año desde la dolorosa partida de nuestro amigo Enrique.
Y, como amigo, me han pedido que diga unas palabras. E, intentando cumplir, voy a destacar tres aspectos de la personalidad de Enrique:
Primero quiero contar como trabé amistad con él: fue allá a fines del año 70 , en el marco de un viaje inolvidable que, junto a Rodolfo Parente, recien recibido de abogado, hicimos a Chile los tres, con motivo de la asunción del presidente Salvador Allende. Se abría en el país hermano una experimento inédito: un proceso de cambios económicos y sociales en sentido progresista. Y en un marco de pacífica transición respetando plenamente los derechos humanos y las reglas de la democracia pluralista. Un proceso que pareció frustrarse, pero que, en definitiva sembró la semilla de un cambio profundo en Latinoamérica del cual hoy comenzamos a ver los resultados.
Fue para nosotrros una experiencia interesantísima y profundamente enriquecedora.
Pero, más que nada, y desde el punto de vista humano, porque me permitió conocer a una persona como Enrique. Sin exagerar podemos decir que resultó un compañero de viaje excepcional . De buen carácter, dueño de un gracejo formidable, y una capacidad para relacionarse con las gentes más diversas, de las que podía conversar de los temas más variados. Creo que muy pocas veces lo pasé tan bien y tan divertido en un viaje. Los cientos de anécdotas, las cosas que nos pasaron, nuestras charlas, el conocimiento de grandes personalidades, etc. han quedado en la historia y nos darían para escribir un libro.
A partir de allí nació una mutua simpatía y larga amistad, alimentada a través de un intercambio epistolar, a veces nutrido, otras , como le gustaba decir"a media correspondencia". La relación amistosa nunca se enfrió a pesar de vivir en distintas ciudades –yo en Concordia, él en Paraná- ni en las diferencias de enfoques políticos que a veces teníamos.
Debo decir de él que desde un primer momento me impresionó su inteligencia clara y su vasta cultura. Formada no metódica ni planificadamente, sino un poco a los ponchazos, como autodidacta. Era una lástima, y así se lo hacíamos saber sus amigos, que no hubiera continuado sus estudios universitarios. Es que era un espíritu libre y le costaba adaptarse a la disciplina rígida del estudio sistemático.
Como leí alguna vez referida a un gran escritor argentino –no voy a nombrarlo porque a Enrique no le gustaba por su posición política- (1) decían de este hombre que, en su juventud había sido "mal estudiante a fuerza de ser muy estudioso". Algo parecido podíamos decir de Enrique. Era enorme todo lo que leía, lo que había aprendido. En materia de historia, en especial de la historia de España, la patria de sus padres, era un erudito. Y ni hablar si el tema era la Guerra Civil de España, y los recuerdos de su querida República Española. Creo que ni siquiera en España encontré alguien que conociera tanto sobre el tema como él.
Otro aspecto era la fuerza y convicción que ponía en defender sus principios y sus ideas. A veces caía, a mi juicio, un poco en el defecto de idealizar demasiado aquellos hombres o ideas que simbolizaban aquello que defendía . Y, por contraste, en demonizar lo que estuviera enfrente. Esto hacía que discutiéramos, a veces con fuerza, argumentando nosotros que las cosas no son tan drásticas, que todo no es blanco o negro, que existe una vasta gama de grises. Que la vida a veces nos obliga a ser tolerante con las debilidades humanas. Pero ocurría que él no subordinaba su opinión o sus principios a una conveniencia circunstancial, ni mucho menos, personal. No especulaba con esto y, aunque en definitiva, se sometiera disciplinadamente, lo hacía sin ocultar su diferencia, y marcar a fuego las conductas que, a su criterio se apartaran del ideal. (2)
Sobre todo en los últimos tiempos, Enrique se había transformado en algo así como la "conciencia" del partido en que militaba, lo que probablemente molestara a más de uno. Por este motivo quizá es que la sociedad y el partido al que perteneció y sirvió con desinterés, se privó de aprovechar al máximo su talento, capacidad e inteligencia. Y él mismo no llegó a ocupar los espacios a los que tenía sobrados derechos. Por eso, por lealtad a las cosas en que creía sus últimos esfuerzos estaban destinados a rescatar del olvido a personas y personajes de la vida política entrarriana. Tarea valiosa, por cierto, en momentos en que la actividad política parece tan devaluada y la juventud ya no busca modelos en el ámbito de una actividad, en esencia tan noble y que en definitiva parece o se presenta hoy como tan sucia.
Tal vez su intención era precisamente mostrarle a las nuevas generaciones que no era así y que, por el contrario en nuestra propia historia lugareña podíamos econtrar ejemplos de figuras dignas de destacar por su austeridad, esfuerzo o espíritu de lucha y sacrificio por un ideal.
En esa tarea estaba, recopilando información, pidiendo datos y referencias a sus amigos y correligionarios de toda la Provincia. Que no siempre entendían y muchas le respondían con la indiferencia o el desinterés.
Leí por ahí que hay dos tipos de hombres (y mujeres): algunos se esfuerzan por tratar de ocupar el primer plano de la escena. Ubicarse en el punto más alto. Aunque allí lo único que muestran es su mediocridad.
Otros por el contrario, por modestia y sencillez , por su exigencia al momento de autovalorarse, quizá por subestimar sus propias capacidades, permanecen en un segundo plano , moviéndose en un escenario más limitado. Incluso brindando, con desinterés y generosidad sus conocimientos y capacidad en una multiplicidad de temas, para que otros se lucieran. (3) Y sus méritos y condiciones no llegan a los grandes ámbitos y quedan relativamente restringidos al limitado espacio de los más cercanos.
¿dudaremos en cual de las dos categorías debemos ubicar a Enrique?
Finalmente, hay un aspecto de su personalidad que no puedo ni quiero omitir: confieso que hasta hoy todas las mañanas cuando abro mi correo de e-mail, estoy esperando ,subconcientemente encontrarme, con los mensajes con que Enrique me bombardeaba cotidianamente. Y no puedo dejar de extrañar su ausencia.
Allí venía de todo: desde artículos y comentarios de actualidad, del país, la provincia o el mundo, opiniones diversas sobre los temas más disímiles. Y , sobre todo, las notas de humor. De ese humor chispeante, a véces un poco ácido, de la combinación ingeniosa de palabras, de los escritos desopilantes y hasta de la poesía inédita. Cosas que Enrique pretendía hacer pasar como escrita por algún ignorado autor y que él sólo-asi decía- se limitaba a reproducir y divulgar.
A veces, por falta de tiempo o ganas, yo dejaba mucho de sus mensajes sin abrir. Lo hago ahora, poco a poco, como si cada vez que abro un mensaje es como si fuera descubriendo una nueva faceta del espíritu de mi amigo. Algunas cosas me traen recuerdos y me provocan una suerte de melancólica tristeza. Pero hay otras en que no puedo evitar la sonrisa y hasta reírme con ganas.
Y no creo que eso sea una irreverencia a su memoria. Por el contrario, viene a cuento aquí recordar una frase de un poeta militante, muerto en las cárceles del nazismo: "por la alegría he vivido. Que la tristeza no sea unida jamás a mi nombre". Eso debemos hacer. Pese al dolor que nos causa la ausencia de Enrique, recordarlo con alegría, como él tal vez hubiera querido.

miércoles, 26 de mayo de 2010

artículo de Riani del día del homenaje


El día que Enrique decidió dejarnos su recuerdo
Jorge RianiLas manchas del dulce de membrillo sobre las fotocopias ahí estaban como indeleble evidencia del descuido. De algún modo se ingeniaba para que el membrillo de las facturas fuera a parar a las páginas de los libros, pero esa mañana de sol luminoso dieron de lleno en unas fotocopias.

No era el descuido más evidente ese día: la remera al revés saltaba a la vista general con la etiqueta hacia afuera desafiando el orden establecido. Cuando alguien le advirtió la situación, Enrique no dudó nada; se quitó la prenda en el salón repleto de clientes y se la calzó al derecho.Por momentos quedó con el torso desnudo ante decenas de personas, y a la falta de rubor propio, las tonalidades encendidas alumbraron el rostro de todos lo que compartíamos mesa con él.De ese modo desacartonado y decidido era Enrique. Capaz de acomodar las cosas sin reparar en las formas ni en convencionalismos. Si hasta ese momento alguien no se había dado cuenta de que tenía la remera al revés, pronto supo, al menos, que ese señor casi calvo, con una corona de pelo blanco absoluto era capaz, en el céntrico café, de ponerse en situación de bañista sin aviso previo.Esa mañana estaba eufórico por la nota que EL DIARIO había publicado sobre su esmerado diccionario enciclopédico de la Unión Cívica Radical. Llegó a la hora acordada con la fotocopia de una nota firmada por Fabián Reato a la que luego añadió su marca personal de dulce de membrillo y me las dio. Acordamos que yo las leyera antes de escribir un pequeño artículo para “La Nación” sobre ese desvelo, su desvelo, que fue tomando cuerpo tímidamente hasta convertirse en un soberbio trabajo de investigación referido al más antiguo partido político de la República Argentina.Enrique Pereira era un estudioso con modales de cómico. Hace hoy un año optó por dejarnos su recuerdo, en una decisión que condensa su condición de hombre profundamente apasionado y decidido.Con él se fue un baluarte de un modo, casi extinguido, de vivir la política. La política como movilizador social, pero también como motor de superación personal.No fue esa mañana, la de la remera al revés, la última vez que estuve con Enrique. Algunos días más tarde me convocó a su escritorio atiborrado de libros y fetiches políticos para hablar de algo que lo ocupaba mucho por esas horas: la condición ruinosa de dos periodistas. Estaba muy preocupado porque esos amigos pagaban caro cierto desaire al poder, que había intentando en vano alquilar sus lenguas y comprar sus dedos de dactilógrafos.Lo de Enrique no era testimonio hueco; encaró una acción concreta que le hizo ganar algunos disgustos y enojos con los que respondía al desinterés general, a la indolencia vigente. Es probable que haya aderezado su carácter personal y sus decisiones solidarias con algunas experiencias inspiradoras.Alguna vez contó que cuando la sombra de la dictadura le tocó el hombro, se le abrieron las puertas de EL DIARIO como salvaguarda para los días difíciles que le esperaban al país y su gente.No habían pasado muchas semanas desde el golpe de Estado de 1976. Él regresaba con Luz de su viaje de bodas en Buenos Aires y lo primero que encontró al atravesar el umbral de su casa fue un telegrama de despido. Tachado como “peligroso” por el régimen, debió dejar su puesto en el Estado provincial. Tenía tres meses de casado y un horizonte de incertidumbre por delante, cuando lo llamó para integrarse a esta Redacción el doctor Arturo J. Etchevehere.Conoció Enrique el fragor del cierre en madrugadas aceleradas. Abrazó la causa de un diario que nació oponiéndose al fascismo que comenzaba a pendular sobre la humanidad en los albores del siglo XX. Y se sintió como en casa en este diario, cuando afuera amenazaba otra nueva tormenta.Una noche, Don Arturo lo comisionó para que vaya a recibir un premio comercial en nombre de EL DIARIO, en un acto del Club Social donde no faltaría algún paniaguado que vaya luego a contar a los usurpadores del poder que “el peligroso Pereira” estaba representando al diario de la ciudad. Fue un salvoconducto que le valió a Enrique para entonces y hasta el final de la noche larga.De él, las reseñas biográficas aludirían a los cargos que ocupó en el radicalismo nacional y provincial, al premio “Manuel Hazaña” que le otorgaron en Madrid por su defensa a la causa republicana, a las notas en la revista “Todo es historia”, a su paso por la Embajada Argentina en España y a muchas otras cosas. Todo eso es cierto, pero Enrique era más todavía.Era un polemista nato. Irónico, sesudo, documentado, dedicó buena parte de su vida a enfrentar a los enemigos de la democracia con su letra aguda y precisa. Es probable que haya sido el paranaense que más hizo enojar a los historiadores fascistas de los últimos lustros y que discutió públicamente con los añoradores del franquismo, por caso.Su nombre era demonizado en los nidos escondidos de tacuaras que cantan loas a los tiranos.Con su muerte, la conmoción pegó en varios lugares. Recuerdo haber recibido una cadena de correo con la expresión incrédula y conmovida de la lúcida Pilar Rahola, otro de Jaime Naifleisch, desde Barcelona.Supimos que Enrique se había ido, y nos llevó un año advertir cuántas cosas se fueron con él: se fue un lector incurable, un estudioso activo, un documentalista comprometido con las causas justas, la memoria de lo que no hay que olvidar. Se fue un amigo.

lunes, 17 de mayo de 2010

homenaje a Enrique pereira

Recordaron al dirigente radical Enrique Pereira
Publicado por La Nota Digital en 15 Mayo 2010
Dirigentes, familiares y amigos recordaron al dirigente radical. Se puso de relieve su tarea intelectual. Su hijo lo calificó como un militante y “no un radical de la mesa servida y la gloria barata”. Estuvieron Antonio Artusi y Sergio Montiel. Julio Cobos fue criticado.
Indica Página Política que hace un año el radicalismo entrerriano perdió a su mejor historiador.  En un  homenaje de familiares, amigos y dirigentes del radicalismo se destacó el rol del “potente militante” y se descubrió una placa.
En la habitación donde hoy funciona el Rectorado, en la casa de la UCR, se realizó este viernes una exposición de las pertenencias que Enrique Pereira tenía en su biblioteca  de calle Malvinas y Córdoba: carnet, fotos, cuadros de dirigentes radicales de todas las épocas, afiches del PSOE y de su tan defendida Segunda República Española, de la cual conocía su historia como nadie en estas pampas.
Dice el cronista de Página Política que también se mostraron sus escritos en revistas de historia y algunos de sus libros como  Mil nombres del radicalismo entrerriano, Cuando los Coroneles eran Radicales, etc. Sobre una mesa se exhibió un cuadro con la imagen de todos los gobernadores radicales, que había sido donado por Pereira al Comité provincial. Para ver las caras de los mandatarios había que hacer un esfuerzo, ya que estaban mirando para un rincón y no para donde la gente pasaba. Quedó claro que la idea no era mostrar el cuadro sino lo que decía atrás, escrito con un fibrón: En caso de golpe de Estado devuélvamelo. Enrique Pereira. Y ponía su teléfono. Es que también es recordado por su inagotable creación para hacer humor.
La jornada en la sede de calle San Martín fue amena. Estuvieron aquellos dirigentes que solían compartir largas sobre mesas con Pereira como Parente y Jorge D Agostino. También estuvo Sergio Montiel, Magda Varisco y algunos miembros de la conducción del partido.
En el acto,  se leyeron cartas de dirigentes del interior y de otras provincias. Todas coincidieron en resaltar la coherencia y la entrega de Enrique al centenario partido. También se destacó su consistente formación intelectual.
Una de las presencias más conmovedoras fue la de Margarita Ronco, secretaria privada de Raúl Alfonsín. La mujer estaba representando, seguramente, a quien sirvió gran parte de su vida. Prefirió no hablar cuando se le pidieron unas palabras. “No podría, estoy emocionada”, dijo con la voz quebrada.
Habló el diputado Antonio Artusi. Entre lágrimas y humoradas se refirió a “quizás una de las obras más inéditas que pueda tener un partido”, en referencia al diccionario enciclopédico de la Unión Cívica Radical, que hoy se sostiene en un blog y en un cúmulo de papeles a resguardo de su esposa.
Por su familia sanguínea hablaron Ramiro y su mujer, Luz. Su hijo lo recordó como un militante de la causa radical y “no un radical de la mesa servida y la gloria barata”, dijo citando al diamantino, Leopoldo Melo.
Su mujer, entre sollozos, confesó haberles “echado la culpa a todos los radicales cuando lo encontré a Enrique entre el juez y la Policía”. “Me acuerdo esos días en que se hablaba de (Julio) Cobos y todo eso”, recordó para incomodidad del presente partidario. Días antes Enrique, como miembro del Tribunal de Ética de la UCR a nivel nacional, votó por borrar la amnistía del vicepresidente que recuperará su condición de afiliado ni bien deje el gobierno que encabeza Cristina Fernández de Kirchner.
La decisión fue por demás perturbadora para Pereira que había manifestado pública y enfáticamente su repudio al mendocino cuando integró la fórmula con Cristina Kirchner. En el marco de feroces presiones, en un contexto en el que la UCR tejió su expectativa de recuperación en torno a la imagen de Cobos, Pereira debió decidir y le costó caro.
Luz dejó planteada alguna que otra insinuación respecto de aquel contexto político y de las contrariedades que afectaban a su esposo hace un año. .......
(La Nota digital)